Celebremos con la UNESCO la filosofía
A partir del año 2002 la UNESCO celebra el día mundial de la filosofía el tercer jueves del mes de noviembre.
Para los más pesimistas no habría nada que celebrar en esta época dura, donde la banalidad se agiganta desde las redes, las simplificaciones de los medios, la crisis de la política de intereses, y donde la fragilidad humana hace carne en cada persona con la enfermedad y la muerte como estandartes. Pareciera efectivamente que no hay nada que celebrar en época de pandemia, crisis humana y desastre socioambiental.
La filosofía no tendría nada que celebrar efectivamente si se dejara llevar por la negación que de ella se hace desde ya dos siglos. La misma que hoy nos llega renovada desde los discursos prácticos, que escudan en «hechos» y «conocimientos probados» supuestas verdades últimas que no necesitan más reverencia que la subordinación al beneficio. Tampoco tendría nada que celebrar si fuera única y exclusivamente un regodeo en la racionalidad humana y el ejercicio lógico impecable.
La filosofía, a pesar de todas las “gloriosas” advertencias de su obsolescencia en un mundo de datos, tecnología e hiper racionalidad, tiene mucho que celebrar en este 2021, porque se resiste, persiste y nutre de las cualidades esenciales del ser humano. Ese es el secreto de su éxito, y la fuente de su vitalidad. Y esto a pesar de que a primera vista las cualidades esenciales humanas no son hermosas.
Ambigua y contradictoria como su fuente
Los seres humanos somos profundamente ambiguos y contradictorios. Siempre nos sorprende la capacidad humana para dar saltos grandes cuando apenas quedaba movimiento, correr donde un instante antes solo se gateaba, hacer giros extraordinarios y súbitos cuando parecía que se mantendría el andar pausado y recto, desplegar fuerzas colosales cuando ya se suponía no existía ninguna, disfrutar una idea nueva y brillante cuando la angustia embargaba por la falta continua de éxito en el ejercicio intelectual.
El humano es un ser a la vez racional, lúdico y demente, -como nos enseña Edgar Morin. Y si es así en su vida práctica, no lo es menos moralmente, cuando la ambigüedad y la contradicción se expresan en el abrazo a veces simultáneo, a veces consecutivo, a la bondad y a la maldad, a la fidelidad y a la traición, a la rectitud y al vicio, a la creación y a la destrucción. Solo en abstracción de tiempo, espacio y circunstancias se puede lograr una fotografía del ser humano visto exclusivamente desde uno de estos lados de su ambigüedad y contradictoriedad.
Preñada de humanidad, de sus virtudes y defectos, la filosofía no es exclusivamente una actividad teórica o académica, se vive y vive en cada persona.
Decía Platón -creo que con mucha razón-, que la filosofía nace de la admiración, del asombro. Quizás pueda añadirse que en el centro de todos los asombros está precisamente el admirarse del fenómeno humano y su magnitud, de toda su luz y toda su oscuridad. Y si la filosofía es amor a la sabiduría, lo es del saber sobre los seres humanos. Si en algo vale y manifiesta su orientación, lo es en la vocación para hacer visibles las luces incluso allí donde aparentemente reina sola la oscuridad.
Por todo esto necesitamos la filosofía, y la celebramos como ejercicio de aprendizaje vital en nuestras ambigüedades y contradicciones.
La filosofía se celebra a sí misma cuando en tiempos difíciles contribuye a sembrar comprensión en la incomprensión, esperanza en la desesperanza, unidad en la desunión. Y se convierte en estandarte personal y social cuando con ella se alcanza la madurez necesaria para comprender que los tiempos difíciles lo son también del renacer de quienes resisten y crean.
Como buena hija de sus propias fuentes, si el ser humano es ambivalente y contradictorio, no podía serlo menos la filosofía. Por eso hay filosofías de todo tipo y orientaciones.
Soslayada en tiempos de practicidad, donde los «hechos» se anteponen a los «sueños», la filosofía entreabre los ojos de quien se acerca a ella, le sonríe y muestra como tomar la lira para celebrar la poesía y la belleza. Su quehacer consiste en vislumbrar las luces y las sombras: las sombras cuando solo parecen existir luces, las luces cuando parece que solo existen sombras.
Tiene también sus extravíos, cuando a veces se regodea en la negatividad, pero recobra el buen juicio orientándose a la totalidad. Por eso no promete tiempos mejores: los celebra. Y se regocija de hacerlos posibles desde la convivencia humana al recordarnos que solo en abstracción de teorías somos individuos aislados o átomos sociales. Lo que somos, hace parte de las comunidades a que pertenecemos, que nos nutren y que nutrimos con nuestra existencia y actuación.
Con Marx y con Sartre vale recordar la necesidad de transformar el mundo, y que una filosofía se mantiene viva mientras esté viva la praxis que la ha engendrado. Así, a todas las personas, y especialmente en estos tiempos, a las más aturdidas por los ruidos y sonidos de campanas y monedas, las luces de las pantallas y los mensajes sórdidos, la filosofía que celebramos y se celebra a sí misma continúa lanzando el reto de la comprensión y la transformación personal y social.
Carlos J. Delgado
18 noviembre 2021
Día mundial de la filosofía 2021
Gracias.
Muy bueno profe. Felicidades desde el departamento de Marxismo de la Universidad de CIENFUEGOS.
Gracias José.