Al colectivo de trabajadores del Instituto de Filosofía, por ser mujeres y hombres de ciencia y pensamiento.
Cada época histórica lleva en sí el interés de sus hijos por mejorarla, Este anhelo de revolucionar la vida con plena conciencia de los destinos históricos marca el pensamiento crítico que acompaña nuestra historia de luchas y resistencias contra la dominación, la explotación, la discriminación, las injusticias todas. “La vida, decía Elías Entralgo, no ha sido sacudida terremótica ni ímpetu meteórico, sino actividad de eslabonamiento, esfuerzo de articulación, obra concatenadora, que ha necesitado siempre el concurso del tiempo y del empeño colectivo.”[1]
Estas son las razones que motivan los 55 años de trabajo creador y esfuerzo colectivo de trabajadoras y trabajadores haciendo Filosofía en Revolución. ¿Para qué hace falta pensar? Para comprender la urgencia de la construcción de un modelo cultural civilizatorio que logre emancipar al ser humano enfrentándose al sistema de opresiones que se vuelven sentido común y proyectos de vidas. Sin la posibilidad de pensarnos como sujetos conscientes y críticos de la enajenación que provoca la expropiación dominadora de nuestra subjetividad, las posibles alternativas serán pensadas hacia atrás.
Hoy, las formas de opresión se han modificado de manera sofisticada, impregnando todas las esferas de la vida material y cultural del planeta. El alto grado de enajenación acentuada con la crisis global actual (económica, social, política, cultural, mediática) y agudizada con la pandemia Covid 19, es una crisis civilizatoria que refuerza el modelo explotador y depredador del capitalismo salvaje, con mayor militarización, exclusión y mercantilización sofisticada. La pandemia Covid 19 es un negocio para la dominación y el modo pandémico de pensar y actuar será la “NUEVA NORMALIDAD”
El esfuerzo por ir más allá de la lógica del capital se enfrenta a las propias contradicciones del sistema, no siempre bien comprendidas para enrumbar las acciones de su superación. La emancipación es recuperación de la vida humana y natural. Es un desafío para la humanidad toda y exige la descolonización del pensamiento y los saberes, apostando a epistemologías con visión crítica-liberadora de las potencialidades humanas, para orientarse a procesos de transiciones no capitalista de nuestros pueblos, lo cual significa: cooperación, solidaridad, cuidado, calidad de vida, compromiso, autonomía, responsabilidad.
En 1941, escribe Don Fernando Ortiz, “La humanidad nunca se resigna a lo ya sabido concienzudamente como previsible, trata de dominar más y más los secretos de la naturaleza mirando siempre hacia un más allá. Su progreso es asombroso; pero su irreflexiva impaciencia la hace fracasar y caer en el acomodamiento perezoso e irracional que le hace aceptar como ciertas arbitrarias creencias.”[2]
La subversión del sentido común que naturaliza la imposibilidad trágica de cambiar a Cuba obliga siempre a pensarla para despertar la rabia que levanta la rebeldía y promueve el cambio. A eso se ha dedicado el Instituto de Filosofía y de ello da cuentas los cientos de resultados investigativos documentados en la Biblioteca del Instituto de Filosofía hasta la fecha de hoy.
En Cuba, es muy difícil pensar incontaminado de la realidad. Las ciencias sociales se vuelven crítica de la vida necesaria del pueblo y asumen la emancipación como un compromiso intelectual, ético y político. Por eso, en 1961 cuando se constituye la primera institución de las ciencias sociales cubanas, el Instituto de etnología y folclor, Argelier León, en su discurso inaugural establece pautas concretas para impulsar el trabajo de los futuros colectivos científicos de estudios sociales.
“No podremos limitarnos a un estudio por sí mismo. No podremos conformamos con una investigación cuidadosa o una larga colección de fichas científicamente dispuestas. Es más no podremos conformarnos con verter en esas fichas, esos resultados de nuestras tareas en sendos trabajos eruditos, para que sólo circulen entre los más entendidos. (…) No podremos situamos aisladamente ante nuestro pueblo, ni podremos reservar nuestras sapiencias para uso exclusivo de unos cuantos. Debemos esforzarnos por crear una mecánica de interpretación entre nosotros y el pueblo en lo que respecta a una circulación de estos conocimientos, en lo que respecta a un aspecto vital, generador, de comunión, de proyección, de lo que vayamos estudiando en nuestro pueblo (…).”[3]
Con ese espíritu hemos trabajado desde 1966, cuando se constituye el Departamento de Filosofía de la ACC, que se convierte en 1968 en Centro de Investigaciones Filosóficas y cambia su status a Instituto de Filosofía en 1984. Desde los primeros momentos el sentido de la investigación filosófica ha sido romper con el empirismo y el pragmatismo insensible, entrando a los procesos sociales, facilitando no solo la interpretación de la realidad cubana sino su proyección emancipadora y esa sigue siendo nuestra apuesta: pensar para transformar la realidad, caminando los procesos donde está el empuje de cambio en la sociedad, donde se están dando las luchas de clases, donde está aconteciendo el futuro por adelantado.
El Instituto de Filosofía es desde hace 55 años un espacio permanente de estudios, reflexiones y debates sobre el pensamiento cubano, latinoamericano y caribeño; la teoría, historia y actualización del marxismo; las experiencias socialistas y el proceso de construcción del socialismo en Cuba; los movimientos de liberación nacional, sociales y populares anticapitalistas. Nuevos temas de investigación se han abierto vinculados a: la sostenibilidad y política medioambiental global; el feminismo popular, la producción simbólica y las relaciones estético-culturales en la sociedad contemporánea.
La creación y la sostenibilidad por parte del Estado cubano del Instituto de Filosofía a lo largo de estos años, reflejan el respeto y la articulación coherente de pensamiento y acción revolucionaria. Si esa coherencia se fracturara, como ha ocurrido en otras experiencias lastimosas, siempre quedaremos aquellos dispuestos a sumir la rebeldía con nuevas fuerzas y pasiones, como decía Marx, con honestidad intelectual y creativa, para no dejar ir la vida común y las historias compartidas que tenemos en este andar acompañado buscando caminos propios.
Los debates de pensamiento no se dan al margen de los grupos sociales que inmersos en procesos históricos los producen, reproducen, rectifican o vacían. La batalla de ideas en Cuba forma parte del proceso de reconstrucción de las alternativas de emancipación en el continente, las cuales se enfrentan a una nueva estrategia de recolonización imperialista. En esta batalla el pensamiento crítico no puede perder sus referentes: la historia y la cultura de los pueblos, la vida de la gente y su transformación.
Tenemos en Cuba un gran debate sobre el futuro de nuestro país. En este debate confluyen miradas epistemológicas diversas, presupuestos ideológicos contrapuestos y múltiples intereses. Esto nos lleva necesariamente a pensar el futuro con una lógica diferente, proponiendo caminos con visión de totalidad y no totalitaria, menos énfasis en acciones y recursos y más en los procesos, atendiendo tanto las dimensiones económicas, sociales y políticas como las éticas, estéticas y jurídicas, elevando continuamente la autoestima, la participación y la capacidad comunicacional de la comunidad social.
Este cambio de paradigma supone también pensar y hacer de otra manera las investigaciones sociales y especialmente plantearnos ¿cómo vamos a pensar? O ¿qué filosofía vamos a hacer?
La filosofía marxista es pensamiento crítico y esa característica esencial la distingue de otras formas de hacer filosofía. La filosofía marxista no solo discute sobre el cambio, sino que lo tiene que hacer y eso la enfrenta al academicismo y al conservadurismo filosófico al cual no le interesa para nada hacer crítica y praxis social. Por supuesto, no es este el pensamiento filosófico predominante en los círculos académicos mundiales.
El pensamiento crítico emancipador sigue siendo “el fantasma que recorre el mundo” y existe un interés intelectual desmedido por la recuperación del pensamiento filosófico puro “incontaminado de los problemas cotidianos”. En nombre de la ciencia y la veracidad del conocimiento se pretende liberar a la academia de compromisos históricos y responsabilidades sociales y en consecuencia, la actitud a seguir por los científicos e intelectuales debe ser mantenerse según “la tradición y las costumbres”. Otro es el punto de partida de nuestra propuesta filosófica.
Es importante la autocrítica a la vulgata marxista para no reproducir errores, pero no podemos caer en la trampa de convertir la autocrítica en una eterna despedida a la teoría revolucionaria. La posibilidad de construir una unidad de pensamiento no es igual al pensamiento único, la unidad de pensamiento apunta a la complementación entre saberes populares, conocimiento científico y reflexiones intelectuales.
No toda la filosofía está animada por la intención de transformar la realidad y por tanto queda marcada por toda la conflictividad que supone constreñirse a deducciones lógico-formales y metalenguaje. La filosofía en Cuba se ha construido como autoconocimiento, como conciencia de sí y tiene la función de soporte de la tarea colectiva de pensarnos como nación y pueblo.
El desafío mayor está en conjugar coherentemente la construcción del nuevo imperativo epistemológico de un saber por y para los sujetos conscientes y críticos con el imperativo ético de la justicia social y la dignidad humana, lo cual entraña, al mismo tiempo, una perspectiva histórico-universal. Pensar a Cuba es pensar el mundo.
Seguiremos trabajando, con nuestras sapiencias, experiencias y convicciones revolucionarias, con la ternura de nuestros corazones y la solidaridad de nuestras manos, otros años más.
La Habana, 15 de enero de 2021
6.00 am
Referencias
[1] Entralgo, E. Algunas facetas de Varona. UNESCO. La Habana, 1965. p. 104.
[2] Ortiz, F. “Tata Mbumba, ni colega de songo”. En Bohemia. Nº 26, año 41, 1949. p. 28.
[3] León, Argeliers: Palabras inaugurales del Instituto de Etnología y Folklore el 12 de marzo de 1962. Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias de la República de Cuba, La Habana, 1962, págs. 5-6.
Desde el SNTECD nuestro reconocimiento cariño y respeto. Felicidades.