Les comparto en el día de hoy algunos pensamientos para motivar el diálogo entre maestros y estudiantes con los contextos en que vivimos. Lo hago en respuesta a la solicitud de la maestra Lina Esmeralda Flórez Perdomo quien trabaja con sus estudiantes de especialización en Pedagogía en docencia universitaria, algunas de las problemáticas planteadas en el libro Reinventar la Educación, que aborda la complejidad educativa.
Atravesamos en este momento circunstancias de emergencia sanitaria por la pandemia COVID-19 que tendrán impactos de largo plazo en la vida social, y la educación. Hemos llegado a un punto en la civilización occidentalizada, en el que el riesgo a la vida humana y el resto de las especies hace inevitable un cambio en los derroteros tomados. El cambio es necesario, pero qué cambio ocurrirá va a depender de nuestras reflexiones y acciones, del tipo de voluntades que la educación pondrá en movimiento, en qué direcciones y con qué propósitos.
Hace mucho tiempo que autores relevantes han alertado sobre la necesidad de adoptar cambios fundamentales, reconocer la complejidad del mundo y asumir el desafío que representa la complejidad educativa. Cada día, las educadoras y educadores contribuyen con su labor a formar la masa crítica o acrítica de personas que impulsarán el cambio. El pensamiento crítico habilita para generar cambios, mientras su ausencia contribuye de forma decisiva a que las personas sean arrastradas por derroteros definidos y programados sin su participación. Como formidable invento humano la educación necesita ser reinventada, esto es, repensada y reconstruida desde sus raíces, institucionalmente, y en las prácticas, individuales y colectivas de quienes actúan en ella.
A estas cuestiones prestaremos atención a continuación.
Clave 1. Reinventar la educación: Pensar la complejidad educativa de la mano de Edgar Morin y Paulo Freire
Dos autores, entre muchos valiosos, contribuyen hoy a pensar la complejidad educativa: Paulo Freire y Edgar Morin. Para la comunidad de educadores en Latinoamérica representan además dos ejercicios de pensamiento teórico, volcados a la práctica, y convergentes sobre los cambios más importantes que deberán realizarse en el terreno educativo. Es necesario reinventar la educación en diálogo con ellos.
Si entendemos lo complejo como lo entretejido, necesitamos reconocer que no es posible tomar de una vez todo lo entramado y agotarlo, pero tiene mucho sentido asumir su posible realidad, e indagar para verificar hasta dónde lo estudiado es simple, o hace parte, o encierra en sí mismo un entramado complejo. Es obvio que la educación cumple con esta primera condición y se nos presenta como una trama de interrelaciones. En ella, además podemos reconocer asimetrías, puntos y redes más relevantes que otras en determinados parámetros de tiempo. Sobresale, además, un tercer elemento relevante para identificar la complejidad: lo que aparece, emerge, como resultado de esas tramas de interrelaciones tomadas en su conjunto.
Un primer paso consistiría entonces en identificar elementos clave por su relevancia e impacto en los procesos educativos. Llamo la atención sobre tres, sin que esto signifique no que existen otros: las relaciones de poder, la acción, y la epistemología.
La educación siempre encierra una relación de poder. Es indudable que existen límites y espacios entre los actores, que pueden ser de muy diverso orden, por ejemplo, comunicacionales, institucionales, sociales generales… Pero lo anterior no significa que el educar pueda reducirse a la obediencia ciega de los educadores con respecto a la institucionalidad educativa y social establecida, o que pueda reducirse el educando a un receptor pasivo de instrucciones a obedecer y aprendizajes a incorporar y repetir. Sin embargo, estas son prácticas bien conocidas que todavía se mantienen en la actualidad, aunque muchas veces disfrazadas de modos “activos” de enseñanza.
La lectura de autores como Paulo Freire y Edgar Morin nos enfrenta a la necesidad de reconocer que la educación es política, expresa relaciones de poder que necesitan ser pensadas, repensadas y sometidas a escrutinio crítico. Esas relaciones van desde lo inmediato entre los actores en el aula, hasta lo más distante, pero onmipresente: las relaciones de poder político en la sociedad. A su vez, la educación no es pura reflexión, no es un ejercicio de pensamiento y suposición: la educación es sobre todo y por encima de todo acción. El educador actúa, con su quehacer transforma, y siempre, por muy opresoras y restrictivas que sean las circunstancias, cuenta en el aula con un espacio que puede aprovechar para realizar su labor, ejercer y promover desde sí, y en comunidad con el resto de los actores en educación, los valores que permitan a los educandos el crecimiento necesario para hacerse cargo del mundo en que viven, y ahondar en su conocimiento. No es conocimiento de un mundo externo que se examina desde fuera con telescopio o con lupa, sino el conocimiento del mundo en que se vive, con el que se está involucrado porque en él se desarrolla la vida propia y la de los demás. La complejidad de ese mundo que se estudia nos incluye, formamos parte de él, estamos dentro.
Contrario a lo anterior, una de las mayores debilidades de la educación contemporánea es su descontextualización. Esta resulta, entre otras muchas razones, de la separación de contenidos asociados a propósitos de formación, de la meta a alcanzar representada por el nivel de egreso a que se aspira, y que por su forma se representa como contenido puro, y como tal, adquiere universalidad descontextualizándose.
La educación como acción en contexto debe reconocer el poder y las relaciones de poder en sus múltiples formas, y examinarlas a la vez que actúa sobre ellas. Esto concierne en primer lugar al poder de los maestros sobre sus alumnos, cambiando las relaciones de simplificación que lo reducen a una relación de entrega-aceptación, de envío-recepción, de instrucción-asimilación, orden-obediencia.
Por ser acción en un contexto al que se pertenece, la educación requiere de una detallada y reiterada reflexión epistemológica por parte del maestro, y su dedicación a que el educando se adentre paulatinamente en ese campo. Se requiere una reflexión sobre los orígenes y las fuentes de los conocimientos, sobre los actores del proceso educativo, las relaciones de comunicación y acción que se establecen entre ellos. Dada la diversidad humana y la diversidad de situaciones educativas no existe una epistemología única y definitiva ajustada y lista para ser “aplicada” o “usada” en la acción educativa. Se requiere madurar las relaciones epistemológicas implicadas en el acto de educar aquí y ahora, entre estos actores y con estos contextos. Por eso la labor es infinita y no debería reducirse a esquemas estrechos y rígidos, o a recetas didácticas supuestamente infalibles, por muy elegantes y pertinentes que resultasen en las experiencias previas.
Para adentrarnos en la complejidad educativa, deberíamos hacerlo de la mano de la inmensa obra de Morin y Freire, teniendo en los horizontes las relaciones de poder, la acción educativa, y la necesidad de pensar y repensar los marcos que habilitan la cognición, y que se pueden representar en esas tres palabras en vínculo con la educación: poder, acción, epistemología.
Clave 2. Reinventar la educación: Educar en contexto
Reinventar la educación emana de una necesidad legítima, no es un acto de rebeldía o contravención institucional, sino de responsabilidad y creatividad. Ese acto resulta, emana, de la conciencia que tenemos sobre el contexto en que educamos, y la necesidad de que la educación permita a las personas leer ese contexto, actuar en él y transformarlo.
Reinventar la educación desde el contexto, significa reconocer, aunque lo expresemos en singular, que el contexto nunca es único. Como en el caso del conocimiento, deberíamos referirnos siempre a los conocimientos y los contextos. Se trata de contextos imbricados, a veces de manera simple reconocidos por la escala diferente (inmediato, mediato, distante, o singular y general), o de un modo más complejo por la relación que implican, como cuando hablamos de lo local y lo global, que están de hecho presentes en lo que la escala reconoce como inmediato y en lo más distante también.
La complejidad de los contextos actuales nos obliga a reconocer y trabajar juntas realidades al parecer distantes, pues incluye la globalización y crisis ambiental planetaria, los modelos de construcción del poder, de colaboración y protección de las personas. Como ha puesto sobre la mesa de forma aguda, descarnada e inmediata la pandemia COVID-19, la sociedad contemporánea ha resultado incapaz de atender los problemas fundamentales que tiene ante sí. Parte de la responsabilidad en este punto corresponde a la educación, al deterioro sistemático de la preparación de las personas para una lectura crítica de la realidad en que viven, que desembocan ahora en sistemas de salud descuidados, falta de previsiones de los actores políticos en el poder, fallas en la cooperación entre las personas individuales, y toda una serie de hechos impactantes donde se hace evidente la ausencia de una lectura crítica de la realidad de vida. Entiéndase que no se trata de ausencia de criticismo social, político, periodístico o mediático, sino de que personas egresadas de los sistemas educativos en distintos niveles resultan incapaces de coordinar acciones, apegarse a normas sanitarias y de disciplina social básicas, o caen fácilmente en los brazos de noticias falsas, etc. Este tipo de situaciones evidencia de modo trágico, como al ser incapaces de autoprotegerse y proteger a los demás con medidas básicas como la limitación de las interacciones sociales, el resultado social de una incapacidad entrenada para no leer críticamente la realidad en que se vive, y para colaborar con otras personas. Evidentemente es un fenómeno multicausal en el que se hace patente la falla fundamental del sistema educativo actual: no se prepara a las personas para vivir en el mundo en que realmente viven, sino en otro ilusorio, ideal, que resulta inalcanzable para las mayorías, e insostenible para las minorías.
El contexto actual no es apocalíptico, pues está lleno de fenómenos positivos, incluye la globalización; los avances científicos y tecnológicos más relevantes en número y profundidad que hemos conocido en la historia de la humanidad; la aparición del conocimiento no manejable (profundo, intenso y extenso) que demanda constantemente preguntarnos por las consecuencias del uso de los conocimientos y nos convoca a ser responsables; nuevos horizontes para la vida humana mediante la transformación del cuerpo, del genoma y la salida de la humanidad a habitar en otros cuerpos celestes; la emergencia de nuevos saberes bioéticos, ambientales, y complejos; la responsabilidad de millones de profesionales dedicados en la salud, la educación, y otros campos. Y simultáneamente, es un contexto de crisis de la humanidad entendida como su incapacidad para hacer frente y solucionar problemas fundamentales; de consumismo generalizado; de desastres socioambientales; de nuevos problemas existenciales sin que hubieran desaparecido o fueran resueltos un sinnúmero de problemas persistentes, como la discriminación, la xenofobia, la exclusión, la guerra, el hambre…; incremento de los problemas vinculados al control y la dominación social, la segmentación y la compartimentación.
Lejos de ser un contexto simple, es complejo, y en su complejidad se imbrican fenómenos positivos y negativos, locales y globales, individuales y sociales, culturales y naturales, que cada persona necesita aprehender y leer desde sus realidades de vida no como polos separados, sino en la compleja interrelación en que se realizan.
El cambio educativo necesario para que la educación se coloque a la altura de los tiempos que corren no es sencillo, por eso hablamos de reinventar la educación.
Clave 3. Reinventar la educación: Educar considerando la responsabilidad y la creatividad
La situación actual de la educación demanda cambios curriculares, pero sobre todo entender el currículo en sentido freireano como “la totalidad de la vida de la escuela”. Esto no lo puede completar como acción un maestro o una maestra por sí mismos en solitario, pero la contribución de cada uno es fundamental.
Se trata de desarrollar un diálogo, que habilite una comunicación crítica a lo interno de los colectivos y las instituciones. En esto desempeñan un papel importante los proyectos educativos institucionales, por el marco general que ofrecen para habilitar el diálogo y la acción colectiva, y por supuesto también, en sentido estricto el currículo. Pero no bastan, ni pueden tomarse en aislamiento, requieren de la acción pertinente de cada maestro en el contexto específico del aula, donde cada estudiante es actor y debe ser reconocido como actor de un proceso de aprendizaje y creación a su vez, colectivos. Nuestras aulas continúan siendo espacios de competencia que habilitan algunas formas de cooperación, y no espacios de diálogo donde se habilita a quienes participan para ser competentes, que no significa ser “competitivos”, sino fundamentalmente, ser cooperativos. Reinventar la educación es un ejercicio cooperativo.
Al menos cinco elementos deberían tomarse en consideración en este empeño dirigido a la colaboración responsable: el diálogo, la acción colectiva, la acción del educador, la del educando, y la resultante de todo ello, que redunda a su vez en elevar los niveles de cooperación previos. Cualquiera de los elementos anteriores puede servir como punto de partida, y contribuye a potenciar al resto, pero es en el conjunto de las interrelaciones entre ellos que podemos contribuir a que emerjan como realidades en un nivel más alto tres resultantes: la comunicación crítica, la comunidad educativa y la responsabilidad.
Un grupo de profesionales registrados como trabajadores de una institución y un grupo de matriculados no constituyen por ese solo hecho una comunidad educativa. Otro tanto puede decirse de con respecto a la comunicación y la responsabilidad, porque no todos los que conversan alcanzan una comunicación crítica, ni porque cada quien sea individualmente responsable emergerá de ello una responsabilidad colectiva. No es una relación de adición simple. La cooperación y las acciones individuales por sí mismas no nos hacen responsables, ni habilitan por separado la comunicación crítica. La comunicación crítica, la responsabilidad colectiva y la cooperación del colectivo emergen a partir de las interacciones en los niveles inferiores como fenómenos cualitativos.
La responsabilidad de cada actor, y la específica de los maestros y maestras para conducir el proceso en una dirección que habilite la reflexión crítica es a su vez un acto de responsabilidad, que es necesario ejercer a través del currículo y del proyecto educativo institucional, para realizarlo en el aula. Reinventar la educación es un ejercicio de responsabilidad.
Clave 4. Reinventar la educación en el aula
Reinventar el aula es un acto de responsabilidad del educador, que no es reducible a la introducción de nuevos recursos, nuevos medios o nuevas técnicas.
Considero que reinventar la educación en el aula significa emprender acciones al menos en las siguientes cuatro direcciones:
1. Reconocer el desafío de la doble contextualización de los procesos educativos: global y local. Por reconocer aquí entiendo tomar en cuenta al desarrollar acciones que el contexto es dual, nunca universal abstracto o completamente local y aislado. Al ser global y local implica la necesidad de tomar acciones que habiliten para reconocer y actuar en esos niveles interconectados en la vida.
2. Reconocer el desafío comunitario, pues el ser humano no es ni un ente social aislado ni un ente exclusivamente biológico. Lo social y lo biológico no solo se interrelacionan, sino que implican la recreación del mundo humano en una dimensión cultural que tiene bases sociales y biológicas que no son exclusivamente individuales, sino que forman parte de un nivel comunitario de pertenencia primaria, al que todas las personas se encuentran de un modo u otro relacionadas. Para educar es fundamental retomar ese nivel de realidad inmediata, y formular la pregunta por ese nivel.
3. Asumir el desafío epistemológico de la diversidad de sujetos y realidades presentes en el aula donde interactuamos, y pensar la transformación necesaria a partir de esa presencia de lo diverso. Cuando asumimos al matriculado y al empleado en educación como una figura estandarizada pasamos por alto las circunstancias específicas y el costo de esa descontextualización se paga con resultados formativos de espaldas a las comunidades y las realidades inmediatas de vida, en el egreso de sujetos que están supuestamente conectados con la sociedad a un alto nivel cognoscitivo por su especialización, y completamente desconectados de las realidades de vida.
4. Y finalmente, la educación, como la filosofía no se representan bien en la imagen del pensador que medita inmóvil, son entidades andantes, y la fragilidad de andar implica tomar la postura frágil de tener un pie en el aire hacia tierra firme que no sabemos si está, pero se presume que esté, para completar el paso. La educación andante requiere ubicar y ubicarse en el contexto de la realidad presente y de la utopía posible: la utopía de pensar el cambio de los actores presentes, educadores y educandos; y para eso es imprescindible formar y hacer crecer la comunidad de colaboración en que se constituyen como tales actores.
La utopía implica también la necesidad de reinventar más allá del aula…
Clave 5. Reinventar la educación más allá del aula
Reinventar la educación más allá del aula significa reconocer el contexto mayor y habilitar a los actores del proceso educativo para vivir en él y transformarlo.
El actual, es un contexto cultural caracterizado por el predominio de formas políticas, económicas e ideológicas específicas que afectan directamente los procesos educativos:
1) El sobredimensionamiento de la política y de la política de intereses, contraria a una política de humanidad que se funde en valores civilizatorios y humanos generales. Es urgente promover elementos de civilización dispersos en diversas culturas para integrarlos a la cultura humana en su conjunto. Los países que la prensa suele llamar avanzados y civilizados pasan por alto la necesidad que ellos mismos tienen de asimilar e incorporar elementos de civilización, es decir, conocimientos nacidos en una cultura pero transferibles a cualquier otra. Por ejemplo, lo que Occidente necesita aprender de Oriente, y lo que todos necesitamos aprender de pueblos originarios que todavía habitan el planeta no es ni remotamente poco. Por su parte, los valores humanos tienen formas políticas e ideológicas específicas, pero no por ello dejan de expresarse, y es necesario proceder a su visibilización y rescate en el aula.
2) La dependencia y subordinación de la educación y la universidad al mercado de trabajo, debe sustituirse por una educación y universidad vinculadas al mundo del trabajo y la vida social. Este es un llamado que Morin viene realizando desde hace muchos años, pues la universidad necesita recuperar funciones sociales que les son inherentes, como la de extender los valores del pensamiento crítico, la pregunta al resto de la sociedad. Estos son elementos básicos para el pensamiento crítico, que tiene ante sí los obstáculos formidables de la ideología consumista y la banalización.
3) El consumismo como ideología dominante, es el factor subjetivo más corrosivo de la contemporaneidad al que es necesario hacer frente. Es pertinente recordar que la ideología del consumismo no es un ejercicio de consumir mucho, sino la generalización de un modo de satisfacción de las necesidades que consiste en la constante insatisfacción. Se trata de un modo de satisfacción, donde una necesidad satisfecha genera en el acto de satisfacción, la creación de una nueva necesidad, que genera entonces como consecuencia, la insatisfacción, y con ello reactiva la rueda giratoria en expansión del consumo sin fronteras. Esto tiene una relación directa con la falacia económica del crecimiento permanente.
4) La concepción limitada e inoperante de la ciudadanía como sistema de deberes y derechos, se expresa primero, en que no la reconoce como participación, involucramiento y creación colectiva; y seguidamente, en que se reduce la ciudadanía al individuo entendido como un átomo social. De esto sigue la representación de la sociedad como si fuera un conglomerado o sumatoria de esos átomos. En lugar de esto, debería ser entendida la ciudadanía como una pertenencia a espacios de creación individual, comunal, y colectiva.
5) La concepción limitada de la democracia que la reduce a un juego de ejercicio formal del poder es otra cuestión de considerable importancia. No se la hace nacer de las necesidades más profundas de la vida social, comunitaria y familiar, solo se la entiende como un juego formal del ejercicio público. Necesitamos avanzar hacia una comprensión cultural de la democracia. La transformación democrática que se necesita no está solo en los modos de elección y responsabilidad en el ejercicio de los cargos públicos, sino que radica en una transformación de la familia, la vida comunitaria y social para hacer vigentes en ellas formas de convivencia no autoritarias ni patriarcales, que reconozcan y se basen en el diálogo, la comunicación, la deliberación y la toma de decisiones consensuada. La educación debería promover ese sentido cultural de la democracia.
6) El predominio de una relación anómala y mutuamente excluyente entre los conocimientos científicos y el resto de los conocimientos humanos es otro signo de los tiempos, que adopta formas extremas en el anticientificismo y la negación de valor a los conocimientos que no tienen forma científica. Es constante la expresión de una dicotomía falsa, o ciencia o conocimientos cotidianos. Es falsa, porque en la vida humana nos nutrimos de una diversidad de conocimientos que es inclusiva, y a la vez distingue la pertinencia de conocimientos diferentes en sus espacios epistémicos. La dicotomía no puede ser superada ni con imposición de un saber sobre otros, ni con la exclusión de la ciencia y su sustitución con la pseudociencia, el fraude y la ignorancia. Su superación requiere del diálogo de saberes como ejercicio transdisciplinario que transgrede fronteras.
Mi comentario final es breve: los educadores y educadoras tenemos tarea por hacer.
Carlos J. Delgado
24 abril 2020
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Para ampliar sobre aportes recientes de Edgar Morin consulte el artículo Edgar Morin, 99 años.