La pandemia encontró en Cuba un país preparado con una estrategia gubernamental cooperativa, solidaria, basada en conocimientos científicos, valores humanistas, y responsabilidad social. Su convocatoria a la cooperación movilizó a los cubanos en el esfuerzo común para superar la contingencia sanitaria y salvar vidas.
Lo alcanzado hasta la fecha tiene innumerables protagonistas, cada uno con su pequeña y gran contribución a la obra colectiva.
Me complace compartir hoy una carta que el pasado 2 de julio dirigiera el doctor José Ramón Acosta Sariego a nuestros colegas del Capítulo Centroamericano y del Caribe de la Redbioética de la UNESCO, que se reunieron la tarde de ese día para un intercambio en línea, acerca de la pandemia y conocer las situaciones específicas de los diferentes países. Tiene el valor de la inmediatez, la reflexión profunda en la voz de uno de los protagonistas en la obra común, médico y educador, bioeticista de reconocido prestigio, colega y amigo.
Carlos J. Delgado
5 julio 2020
José Ramón Acosta Sariego. Doctor en Medicina. Especialista de Segundo Grado en Administración y Organización de Salud Pública. Master en Bioética. Investigador Titular. Profesor Titular de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Presidente del Comité de Ética de la Investigación Científica del ICBP. “Victoria de Girón”. Miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO. Vice-Presidente de la Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética UNESCO. Miembro del Comité Nacional Cubano de Bioética.
Correspondencia: joseacosta@infomed.sld.cu joseacostasariego@gmail.com
CARTA TESTIMONIO
La Habana, 2 de julio de 2020
Queridos compañeros y amigos del Capítulo Centroamericano y Caribeño de la REDBIOÉTICA:
Ante la imposibilidad técnica de participar on-line en el encuentro virtual pactado por nuestro Capítulo para el 3 de julio de 2020, por esta vía les hago llegar algunas informaciones y opiniones que quiero poner a consideración de ustedes. Voy a tratar de transcribir por escrito, el equivalente a los 4 minutos concedidos a cada país para exponer las particularidades del enfrentamiento local a la pandemia en Cuba.
Por haber sido seleccionado como parte de un grupo de profesores de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana para atender una línea de comunicación directa con la población creada por el Vice-Ministerio de Higiene y Epidemiología del MINSAP, no sólo he tenido acceso a la profusa información pública existente, sino a inquietudes y problemas de personas y comunidades que han sido particularmente afectadas por la COVID-19 en nuestro país.
El contexto en que aparece la pandemia COVID-19 en Cuba
Aquellos de ustedes que nos visitaron en septiembre de 2019 con motivo del IV Seminario de REDLACEB, tuvieron la oportunidad de constatar por sí mismos los efectos de las medidas coercitivas unilaterales e inmorales que la actual administración de los Estados Unidos ha puesto en práctica para recrudecer el bloqueo económico, comercial y financiero que ejerce contra Cuba desde fecha tan lejana como 1962. En aquel momento del pasado año eran patentes las consecuencias de la medida del gobierno Trump de sancionar a los barcos, navieras y aseguradoras, que se prestaran al comercio de hidrocarburos con Cuba. Esta y otras medidas provocaron no sólo el desabastecimiento de combustibles, sino que afectaron también los suministros de diferentes proveedores de alimentos, medicamentos y otros insumos. Es decir, que se originó una crisis inducida de carencias que contrastaba con la situación previa, cuando en tiempos de la administración Obama, la persecución norteamericana sobre Cuba disminuyó y se adoptaron políticas de descongelamiento diplomático que se reflejaron en el relajamiento de las tensiones entre ambos países y en la reanimación económica, en particular del sector privado, muy beneficiado por la demanda de servicios debido al incremento substancial de los visitantes foráneos.
Esta situación económica inestable se ha mantenido en la medida que el gobierno Trump ha continuado con su política de máxima presión sobre Cuba con nuevas sanciones, de las que se ufana sin el menor recato. Incluso la disminución drástica de los vuelos hacia y desde Cuba, hecha efectiva en enero de 2020, motivó que muchos cubanos residentes en ambos países, quienes se encontraban en visitas familiares, quedaran varados a uno y otro lado del estrecho de La Florida en medio de la pandemia, aún antes que se cerraran las fronteras. En abril de 2020, la sanción a la compañía cubana FINCIMEX, contraparte de la Western Union, dificultó aún más la posibilidad de las ayudas familiares que ya habían sido reducidas en su monto autorizado para determinado período de tiempo por una sanción anterior. Estos son solo algunos ejemplos del continuo paquete de sanciones que se ha engrosado sistemáticamente, con sus inevitables consecuencias sobre la calidad de vida de la población y el normal funcionamiento de la economía y la vida social. A despecho del clamor internacional para reducir tensiones y suspender sanciones como acto humanitario ante la pandemia COVID-19, en el caso de EE.UU. con relación a Cuba ha sucedido todo lo contrario, con la manifiesta intención de que se produjera una crisis humanitaria.
Otro elemento de alto riesgo fue que al declararse la pandemia, Cuba se encontraba en plena temporada alta del turismo con decenas de miles de visitantes extranjeros diseminados por todo el territorio nacional. Esta masiva presencia de visitantes en su mayoría procedía de países que resultaron ser altamente castigados por la COVID-19 como los propios cubano-americanos, canadienses, italianos y españoles. Miles de ellos aún permanecen en Cuba.
A la par de estas patentes amenazas, también se contaba con fortalezas que permitieron estructurar la respuesta cubana.
Debido a la permanente confrontación política con un poderoso enemigo y los riesgos de acciones agresivas que esta amenaza omnipresente conlleva, así como la habitual ocurrencia de desastres naturales del tipo de ciclones tropicales, tornados, penetraciones del mar, etc., Cuba se ha visto en la necesidad imperiosa de desarrollar un fuerte sistema de protección civil que contempla la respuesta integral y coordinada ante este tipo de contingencias en los que participa y está entrenada toda la población.
Otros elementos que han resultado decisivos en el éxito de la respuesta cubana a la COVID-19, han sido la existencia de un Sistema Nacional de Salud integrado, público, gratuito y accesible para toda la población, sustentado en una poderosa red de Atención Primaria de Salud; la presencia de un pensamiento científico profundo en el área de la biomedicina simbolizado en instituciones, colectivos y personalidades líderes, pero diversificado hacia toda la red de centros donde confluyen la investigación científica, la docencia y la atención de salud; el desarrollo de la producción nacional de medicamentos biotecnológicos de última generación; a lo que también debe añadirse la experiencia acumulada por la gran mayoría del personal sanitario que hemos tenido la oportunidad de participar en el enfrentamiento a catástrofes naturales y grandes epidemias en Cuba y otros países.
Finalmente, debe destacarse la existencia de redes sociales que propiciaron la cohesión local para hacer efectivas las medidas adoptadas y la protección a los grupos y personas vulnerables, así como y la participación popular intersectorial, que trascendió con mucho al sistema sanitario.
La estrategia cubana de enfrentamiento a la COVID-19
Desde enero ya habían sido aprobadas y divulgadas las versiones iniciales de la estrategia general y los planes de contingencia nacional y locales de enfrentamiento a la pandemia que fueron diseñados con gran antelación al surgimiento de los primeros casos diagnosticados en Cuba (dos turistas italianos detectados en la ciudad de Trinidad el 11 de marzo de 2020). Estas medidas han sido renovadas y enriquecidas de acuerdo a la experiencia adquirida con la evolución de la COVID-19 en el país.
La respuesta gubernamental ha sido diseñada y ejecutada, en permanente diálogo con la comunidad científica en debates abiertos divulgados por los principales medios de difusión. Se ha puesto en primer lugar el deber de proteger la salud y la vida de las personas, supeditando cualquier conveniencia política o económica al criterio científico de cuál sería la mejor decisión posible para alcanzar este bien supremo.
Posiblemente el único Jefe de Estado que hasta este momento haya publicado un artículo científico sobre el fundamento de la respuesta gubernamental a la pandemia ha sido el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien lo hizo en coautoría con el profesor Jorge Núñez Jover, miembro del claustro de la Maestría de Bioética de la Universidad de la Habana y experto en temas de Pensamiento Ciencia-Tecnología, Sociedad. El presidente Díaz-Canel procede de la academia, anteriormente fue profesor universitario y Ministro de Educación Superior. Adjunto la versión del artículo publicado originalmente por la Academia de Ciencias de Cuba y divulgado posteriormente por la prensa.
La estrategia integral cubana ha logrado que el sistema de salud, preparado para satisfacer una demanda máxima de más de 20,000 camas en el momento pico fijado por los modelos de pronóstico para la primera quincena de mayo de 2020, no haya estado tensionado en ningún momento. Para garantizar esta disponibilidad se suspendieron temporalmente todas las actividades estacionarias clínico-quirúrgicas electivas, reduciendo el ingreso hospitalario no relacionado con la COVID-19 sólo a las urgencias y los tratamientos impostergables de enfermos crónicos. Esta previsión ha permitido internar en salas hospitalarias dedicadas a la COVID-19, no solo a los casos positivos sintomáticos o no, sino a parte de los contactos directos, y el resto de los sospechosos en centros de asilamiento especialmente habilitados al efecto en los bloques de alojamiento de centros docentes o turísticos. En el acmé de la pandemia, el 13 de mayo de 2020 (casualmente ese día, por muchas razones emocionante, coincidió con mi turno de trabajo en el puesto de mando de atención a la pandemia en el Viceministerio de Higiene y Epidemiología), fue cuando se registró el mayor número de casos activos en un día, 366, estuvieron ingresados en hospitales 1,046 pacientes, mientras 2,900 sospechosos estaban en vigilancia en la Atención Primaria de Salud.
La estrategia cubana contiene medidas de atención desde la población supuestamente sana al enfermo crítico como consecuencia de padecer la COVID-19. Este tratamiento progresivo de las manifestaciones de la pandemia como fenómeno epidemiológico ha contado con el apoyo abrumador de la población, en especial las medidas de protección, higiene personal y aislamiento; tanto aquellas de carácter obligatorio como el uso de mascarillas en espacios públicos, la higiene al ingreso a locales cerrados y el aislamiento forzoso en determinados barrios o municipios donde tuvieron lugar los más de 70 eventos locales registrados; así como también las voluntarias de autoaislamiento e higiene personal y hogareña.
Todos los viajeros que eventualmente han ingresado al país desde el cierre de fronteras a fines de marzo, han sido aislados desde su arribo y se les realiza un primer PCR. Los casos que resultan positivo se ingresan de inmediato. No obstante, los negativos permanecen aislados de manera obligatoria en centros especializados por un período de dos semanas, al término de las cuáles se les realizaba un segundo PCR y de corroborarse su negatividad se les da el alta epidemiológica. De igual manera se ha procedido con los contactos directos y secundarios de casos positivos que inicialmente resultaran negativos.
Desde fines de marzo se suspendieron también todas las actividades culturales, deportivas y sociales masivas, incluido el curso escolar en todos sus niveles, aunque se instauró una programación de teleclases para todos los grados de la enseñanza general. Estas actividades docentes audiovisuales han sido trasmitidas por varios canales de televisión de alcance nacional, a fin de mantener los conocimientos adquiridos hasta que se reanude el curso actual previsto para septiembre de 2020.
A pesar del cierre de las fronteras externas al tránsito de viajeros a excepción de los vuelos de carácter humanitario, se mantuvo el comercio de mercancías por vía aérea y marítima. El transporte público interno fue suspendido en todos sus trayectos y se crearon líneas especiales locales para garantizar la asistencia de los trabajadores de actividades económicas y servicios vitales, incluidos los de salud. Esta atención diferenciada al sector salud, comprendió la movilización de las urgencias, pacientes oncológicos, en hemodiálisis y otras situaciones requeridos de atención impostergable.
En cuanto a los trabajadores cuyas actividades laborales disminuyeron o recesaron, o quienes por cuestiones de edad o morbilidad asociada se aconsejaba su aislamiento físico, caso de ser posible fueron incorporados al teletrabajo al 100 % del salario, o cuando esta modalidad no procedía, fueron beneficiados con un subsidio de 100 % del salario básico el primer mes y del 60 % desde el segundo mes en adelante. Se suspendieron los impuestos y fueron diferidas las cuentas de servicios públicos como electricidad, gas, teléfono y agua potable para su pago con facilidades una vez que se restablezca la actividad normal del país.
Los ancianos que viven solos, personas minusválidas o especialmente vulnerables sin otro apoyo familiar, fueron beneficiados por un programa de atención que les ha garantizado la alimentación diaria y los medicamentos necesarios.
Esta aplicación humanitaria de la legislación laboral y la seguridad social ha contribuido a mitigar los efectos sociales, económicos y psicológicos producto de la paralización de una parte importante de la actividad laboral y docente del país y así se ha dado protección a la infraestructura de la vida individual y colectiva.
Una característica que ha distinguido las políticas adoptadas ha sido la total transparencia y profundidad en la información que se brinda a la población y los diferentes canales de comunicación que se han establecido. La conferencia diaria matutina que ofrece el MINSAP por la televisión nacional, se ha convertido en el programa de mayor audiencia, y la persona que brinda este parte diario, el Dr. Francisco Alberto Durán García, actual Director Nacional de Epidemiología, se ha convertido en una personalidad muy querida por la población. Menciono su nombre, porque tal vez Miguel recuerde que Durán en los años 90 formó parte del equipo de profesores que fundamos la mayor parte de las cátedras de bioética en las Facultades de Ciencias Médicas en el país, y me acompañó al Primer Taller de Educación en Bioética del Programa Regional de Bioética OPS-OMS celebrado en Concepción, Chile en 1995. Llama la atención que dos personas estrechamente vinculadas al desarrollo de la bioética en Cuba como Núñez Jover y Durán García, hayan tenido un papel protagónico en la visibilidad de la comunidad científica en el enfrentamiento a la COVID-19.
La tarea que personalmente me ha correspondido realizar es la de formar parte de un grupo de profesores de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana seleccionados para atender una línea de comunicación directa con la población desde el Vice-Ministerio de Higiene y Epidemiología del MINSAP. Este servicio se creó para evacuar las dudas, inquietudes, temores y quejas de la población relacionadas con la COVID-19, las medidas implementadas, o cualquier otra cuestión relacionada con la salud. El número telefónico que cuenta con seis terminales simultáneas, es de acceso gratuito y se promociona constantemente por los medios de difusión masiva para general conocimiento. La línea funciona 24 horas (en turnos de trabajo bastante agotadores de 12 horas continuas cada equipo). La experiencia en lo personal ha sido muy enriquecedora y nos ha permitido conocer el sentir de la población y ayudar a la solución de no pocos problemas individuales, familiares y colectivos. Debo reconocer que hemos contando con el apoyo de los gobiernos e instituciones locales, que han apreciado a esta retroalimentación como una manera de mejorar la calidad de su trabajo y detectar los errores e insuficiencias de las acciones concretas que se realizan en los territorios. En cientos de llamadas atendidas en los más de tres meses que llevo trabajando en esa línea de atención he podido apreciar la confianza de la población en lo acertado de la estrategia cubana, independientemente que la llamada se relacione con una queja sobre un problema particular.
La transparencia informativa, el debate público entre las máximas autoridades de los aspectos positivos y negativos que han surgido en la práctica, ha reforzado esta apreciación positiva de la población y su apoyo abrumadoramente mayoritario. Sin este soporte consciente hubiera sido imposible evitar declarar la cuarentena nacional o provincial, y reservarla sólo para aquellos municipios y localidades donde se produjeron eventos de transmisión local comunitaria.
Otro elemento importante a tener en cuenta es el protocolo de tratamiento aplicado que contempla desde la protección inespecífica y la estimulación del sistema inmunológico de las personas sanas, hasta el tratamiento clínico de los positivos asintomáticos y los casos clínicos en sus diferentes fases de manifestaciones leves, graves y críticas con peligro inminente para la vida. A quienes de ustedes lo soliciten les puedo enviar la Versión 1.4 de este protocolo. Los esquemas de tratamiento se han sustentado tanto en la corta experiencia internacional acumulada, como en los resultados de los estudios y antecedentes científicos nacionales. Considero que nunca antes se mostró una integración tan productiva de diferentes grupos e instituciones científicas cubanas, investigando problemas particulares comunes o relacionados con tanta intensidad y espíritu colaborativo.
El contar con una poderosa red de Atención Primaria de Salud, apoyada además por los estudiantes de las Ciencias Médicas que voluntariamente se sumaron, ha permitido realizar una pesquisa activa sistemática de los sintomáticos respiratorios, indagando y detectándolos directamente en sus hogares. Esto, unido al control epidemiológico de los focos y eventos locales, así como los estudios poblacionales de detección de asintomáticos en comunidades supuestamente no afectadas, ha permitido diagnosticar muy tempranamente la mayoría de los casos, muchos de los cuales ya estaban aislados por ser contactos de casos positivos.
El diagnóstico temprano y el tratamiento oportuno son la clave del éxito clínico del modelo cubano. Hasta el día 1ro de julio, se habían diagnosticado 2353 casos positivos a la COVID-19, de los cuales 2221 se habían recuperado, lo que representa un 94,4%. Se mantenían hospitalizados 69 pacientes (44 positivos y 25 sospechosos), 2 extranjeros evacuados. En todo el curso de la pandemia se han reportado 86 fallecidos, para una Letalidad de 3,7 % y una Tasa de mortalidad por 100,000 habitantes de 0.76.
Durante la mayor parte de su evolución la COVID-19 en Cuba ha transitado favorablemente por debajo del mejor escenario pronosticado como se aprecia en esta gráfica.
Imagen 1. Enfermos hospitalizados por día
Fuente: Conferencia de Prensa del MINSAP. Cubavisión
Como se puede apreciar, la pandemia en Cuba presenta una favorable tendencia descendente, lo que ha permitido abrir la Fase 1 recuperativa en todas las provincias excepto La Habana, y dado que en casi dos semanas no se ha registrado un rebrote, se ha decidido abrirla también en la capital a partir del viernes 2 de julio.
Imagen 2. Casos según semanas
Fuente: Conferencia de Prensa del MINSAP. Cubavisión
Imagen 3. Letalidad, según meses
Fuente: Conferencia de Prensa del MINSAP. Cubavisión
Este enfoque integral e intersectorial ha permitido que el sistema sanitario haya trabajado sin máximas tensiones, dedicando los recursos humanos y tecnológicos necesarios para cada caso, sin entrar en el dilema de decidir su aplicación por criterios de selección que siempre implican la discriminación entre pacientes.
La obtención de tasas de agravamiento y letalidad inferiores a las que se han logrado en países con mayor disponibilidad de recursos de todo tipo, aunado a altas tasas de recuperación de los enfermos que han desarrollado formas clínicas, son el mejor indicador de la calidad de los protocolos clínicos aplicados, confirma la alta preparación técnica de los profesionales de la salud en Cuba.
La invisibilidad de los resultados de Cuba en el control de la pandemia para la mainstream de los oligopolios mediáticos
El Global Health Security Index, un informe publicado en octubre de 2019 por un proyecto conjunto de la Universidad Johns Hopkins, que asumo muchos de ustedes conocen, evaluó la seguridad sanitaria en 195 países. Este estudio alertó acerca de que ninguno estaba preparado para enfrentar una pandemia, incluido Estados Unidos de América que encabezaba el índice con 83,5 sobre 100 de una media mundial de 40.
Según este Index, Cuba aparece en el lugar 110 del ranking mundial entre 195 países en cuanto a la capacidad para asegurar la salud de su población. Esto la sitúa por debajo incluso de muchas naciones de África, Asia y América Latina, cuyos indicadores sanitarios distan mucho de los alcanzados por Cuba y a varios de los cuales les presta amplia colaboración en este campo.
En cuanto a la capacidad del sistema cubano para dar respuesta y mitigar epidemias, este Index la ubica en el puesto 149. Es evidente que después de la COVID-19 será necesario que la Universidad Johns Hopkins revise sus fuentes e indicadores si efectivamente pretende hacer un análisis atenido a una realidad que rebasa los datos y la metodología en los que basó su evaluación. Dando por sentada la seriedad del estudio y su no politización, es evidente que su concepción e interpretación de resultados deja de lado elementos que sustentan la capacidad de resiliencia socioecológica que Cuba ha demostrado en su controversia desigual contra el férreo cerco tendido por su poderoso enemigo.
Con gran frustración los promotores de la guerra no convencional contra Cuba, se hayan desprovistos de una explicación plausible de por qué la COVID-19 no ha producido una tragedia de grandes proporciones en un país que han asediado y castigado para crear las condiciones objetivas favorecedoras de que un desastre así se produjera. De ahí el silencio de los grandes medios y las suspicacias sobre la información que Cuba brinda a los organismos internacionales. Mientras se promociona hasta la saciedad los resultados de otro país latinoamericano exitoso en el enfrentamiento a la pandemia como Uruguay, se obvia paladinamente a Cuba que ha logrado indicadores similares, o mejores incluso que Uruguay.
Un análisis somero permite evidenciar esta manipulación. Según el reporte de tendencias críticas del Johns Hopkins Coronavirus Resource Center correspondiente a la actualización del 2 de julio de 2020, los datos comparativos de ambos países eran los siguientes:
País | Casos confirmados | Fallecidos | Tasa de Letalidad | Tasa de mortalidad por 100,000 habitantes |
Uruguay | 943 | 28 | 3.0% | 0.81 |
Cuba | 2348 | 86 | 3.7% | 0.76 |
Si se tiene en cuenta que la población de Uruguay es de 3,449,299 y la de Cuba de 11,338,138, la Tasa de Morbilidad por 100,000 habitantes a la COVID-19 de Uruguay sería de 27,3; mientras en Cuba sería de 20,7.
A lo anterior pudiera agregase el análisis comparativo contenido en el reporte de COVID-19: Government Response Stringency Index de la Universidad de Oxford en su actualización del pasado 6 de junio, donde se puede constatar que la respuesta gubernamental cubana está más apegada al cumplimiento de los 9 indicadores seleccionados para este estudio:
Imagen 4. Índice de rigurosidad de la respuesta del gobierno
Fuente: Government Response Stringency Index de la Universidad de Oxford.
La Unión Europea acaba de emitir un listado de 15 países cuyos ciudadanos están autorizados a ingresar en su territorio. Cuba ha quedado excluida a pesar que sus indicadores epidemiológicos como acabo de mostrar son similares a Uruguay y mejores que los de Canadá, dos de los países beneficiados.
Es resumen, las palmas para Uruguay, pero también para Cuba, ambos países se encuentran entre los que muestran los mejores resultados de la región en el enfrentamiento a la COVID-19.
Finalmente, quisiera referirme a la campaña desatada por la propaganda de derecha para desacreditar la colaboración médica internacional cubana en el enfrentamiento a la COVID-19 y la indicación expresa de que no se solicite o se cancele esta cooperación por parte de aquellos países que así lo han hecho. Se acusa a las brigadas médicas cubanas de ser objeto de una especie de esclavitud moderna o de componerse de espías y agitadores políticos. Yo he realizado dos misiones de colaboración en Yemen (2002-2004) y Angola (2013-2016). Me siento muy orgulloso de haberlo hecho, y por lo tanto, muy ofendido con ser objeto por carácter transitivo de estos epítetos de esclavo, espía o conspirador, muy alejados de la realidad, dado que puedo dar fe que a los cooperantes cubanos en el campo de la salud se nos exige concentrarnos en el trabajo para lo que fuimos contratados y no inmiscuirnos en los asuntos religiosos, culturales, políticos o económicos del país receptor.
Imagen 5. El autor durante su colaboración como parte de la misión médica cubana en Angola
Fuente: Archivo personal del autor.
La práctica de la solidaridad y la cooperación internacional en el campo de la salud ha sido un principio ético de la medicina revolucionaria desde que en 1963 se envió la primera brigada internacionalista a la recién liberada Argelia. Esta voluntad quedó refrendada en el juramento de los primeros médicos graduados después el triunfo de la Revolución, simbólicamente efectuado tras la ascensión al Pico Turquino en la Sierra Maestra en 1965. Los deberes morales asumidos por aquella hornada de profesionales de la salud significaron la continuidad de los mejores valores de la medicina cubana, pero al mismo tiempo constituyeron una ruptura con los estrechos moldes de la ética médica imperante hasta ese momento. Los egresados de esa promoción sentaron un precedente histórico al comprometerse a renunciar al ejercicio privado de la medicina, cumplir servicio social en los lugares donde fuera necesario, promover el carácter preventivo de las acciones de salud y practicar la solidaridad internacional en el campo de la salud. Estos principios convergen en lo que los padres fundadores de la nación cubana consideraron el sol del mundo moral, la justicia.
Las relaciones de amistad y colaboración establecidas por Cuba con las naciones que fueron emergiendo del proceso de descolonización en África y Asia, propiciaron que la cooperación en el campo de la salud adquiriera una enorme vitalidad. Por otra parte, en la medida que se fue rompiendo el cerco diplomático impuesto en América Latina y el Caribe como parte de la guerra no convencional de Estados Unidos contra Cuba, también gobiernos amigos de la región solicitaron ayuda en este campo, tanto en convenios a largo plazo, como ante determinadas emergencias ocasionadas por desastres naturales. Hoy día, la colaboración internacional de Cuba en el campo de la salud en diferentes modalidades se ha extendido a decenas de países de todos los continentes.
La solidaridad cubana en salud se ha manifestado no solo en el envío de brigadas, medicamentos, material gastable y equipos, sino también en la formación de recursos humanos en Cuba o en los países de origen, así como en la transferencia tecnológica y el desarrollo conjunto de proyectos de investigación científica y producción de medicamentos. Gran parte de esta colaboración ha sido gratuita, y otra por convenios mutuamente ventajosos con aquellos países que están en condiciones de asumirlos. Por medio de esta práctica solidaria se ha contribuido a hacer efectivo el principio de justicia al mejorar la accesibilidad de los menos favorecidos a servicios médicos de calidad, ofrecidos tanto por el personal cubano como por los propios recursos humanos de las naciones receptoras formados al amparo de esta cooperación.
Hasta el momento se han enviado más de 30 brigadas a más de 20 países para colaborar con el enfrentamiento a la COVID-19, algunos de los cuales no contaban anteriormente con colaboración cubana como Italia, Andorra, los territorios franceses de Ultramar, Perú o México.
Imagen 6. Mapa infográfico sobre la colaboración médica internacional de Cuba
Fuente: MINREX
La campaña mediática y diplomática desatada contra la colaboración cubana en salud es parte del renovado ímpetu que la administración norteamericana actual le ha dado a la guerra no convencional contra Cuba, con el doble propósito de socavar el prestigio alcanzado y la admiración que ha despertado, así como limitar los recursos que provienen de los convenios de colaboración. Las críticas politizadas al despliegue de las brigadas médicas cubanas en el enfrentamiento a la pandemia COVID-19 forman parte de estas acciones que ya venían desarrollándose y que no han tenido el pudor de detener ante la situación extrema que atraviesa la humanidad. En contraposición se ha generado otra campaña internacional para que se otorgue el Premio Nobel de la Paz a las brigadas médicas cubanas del Contingente Henry Reeve especializado en el enfrentamiento a catástrofes y grandes epidemias.
Mientras la mayoría de los países desarrollados se concentran en resolver internamente los efectos de la epidemia en su territorio, e incluso acaparan y se disputan los medicamentos, ventiladores y mascarillas, solo pocos gobiernos han ofrecido su solidaridad y ayuda efectiva a los demás. Por esa razón son tan reprobables estas críticas y presiones diplomáticas para obstaculizar la colaboración cubana. En cambio, resultan moralmente demoledores los aplausos de los taxistas madrileños al paso de la brigada cubana que se desplegó hacia Andorra y el conmovedor dibujo de un niño lombardo en el que entrelaza las banderas de Cuba e Italia.
¿Qué nos deja esta experiencia?
La COVID-19 ha traído consigo también algunos aspectos positivos como nuevas formas de relacionamiento social en condiciones de aislamiento, expresiones artísticas y comunicacionales novedosas, ocupaciones laborales diferenciadas, actividades docentes a distancia en todos los niveles de enseñanza, prácticas comerciales solidarias, atención comunitaria a las personas más vulnerables, gobierno electrónico, acciones de salud como el pesquisaje proactivo masivo en la atención primaria, entre otras.
Se ha mostrado una relación cualitativamente nueva entre el pensamiento científico y la dirección política de los procesos sociales y económicos. De igual manera, por obligación objetiva se han descentralizado gran parte de las decisiones dentro de una estrategia general claramente definida, pero con una correlación diferente de poder entre los órganos de gobierno centrales y los locales.
Ante la inminencia de una amenaza a la estabilidad y supervivencia misma del grupo, se ha sacudido la afectividad colectiva con la reapreciación de valores que fueron cardinales en otros momentos del universo moral nacional como la responsabilidad individual y colectiva que ahora reemergió para asumir las medidas de protección y el control epidemiológico; o la solidaridad concretada en la reactivación de redes de relacionamiento comunitario para la atención a los más vulnerables.
Se ha convertido en un lugar común la expresión de que transitamos hacia una “nueva normalidad” en la dinámica de la vida social, pero cabe preguntarse ¿qué será lo nuevo y qué lo normal en el mundo post COVID-19?
Disculpen si me he extendido mucho y el texto de estas notas es muy agresivo. Reconozco que es fruto de la indignación ante tanta manipulación y mentiras descaradas sobre la real situación y resultados del enfrentamiento a la COVID-19 en Cuba y su participación en el esfuerzo internacional contra este flagelo que nos afecta a todos.
Mis afectos a todos,
José Ramón Acosta Sariego
2 de julio de 2020