Complejidades y pensamientos complejos
Es común encontrar en muchos textos contemporáneos los términos complejidad, teoría de la complejidad y pensamiento complejo. A veces entrelazados, y a veces como entidades independientes. Tratados en ocasiones con definiciones estrechas, de diccionario escolar, y otras con un sentido tan amplio que pretende abarcarlo todo. Otras veces tratados desde una perspectiva tan general, que olvida concretar en la historia real del devenir de estos conceptos las ideas con que se entrelazan. Además, el singular en el uso de estos términos suele conducir a muchos equívocos ontologizantes -porque se los trata como si fueran entes, cosas-, y equívocos posesivos -porque se supone tener el poder del conocimiento absoluto sobre lo qué significan.
Complejidad
Por complejidad en su uso común, se suele entender lo complicado, lo difícil de entender o escudriñar.
En la ciencia y la filosofía del siglo XX se fue estableciendo un concepto diferente y más sutil. Ese concepto da cuenta de las singularidades de algunos sistemas que exhiben comportamientos asimétricos, exponenciales. Son singulares porque se apartan de la perspectiva comúnmente esperada con relación a las relaciones entre orden y desorden, causas y efectos, presente y futuro en la evolución de ese sistema.
Otro modo de entender lo complejo consiste en centrarse en el falló de nuestros pronósticos sobre ellos. Se trata de sistemas con respecto a los cuales nuestros pronósticos suelen fallar, porque para ser más eficaces, requieren tener mayores grados de precisión. Esto siempre habrá que pensarlo en el marco de una tensión de incertidumbre que nos obliga a renunciar al intento de agotarlos en nuestras descripciones y pronósticos.
Más que apuntar hacia lo “difícil de entender” o “lo complicado”, el concepto de lo complejo denota la singularidad de los sistemas en estudio, que necesita ser entendida para poderlos explicar. Entender esa singularidad representa un reto cognoscitivo que nos hace revisar nuestras nociones generales de causalidades, determinismos, orden, desorden, organización y las relaciones entre ellos. Significan para nosotros, más que una dificultad un desafío.
En el devenir de las ideas complejas se reconocen comúnmente cuatro momentos o etapas importantes:
1) Las primeras ideas, que remiten a la historia del pensamiento dialéctico en la historia y en Marx, al científico H. Poincaré como “abuelo” de la complejidad, por intentar por primera vez plantearse su descripción en términos formales. Es la etapa de los antecedentes que como siempre ocurre con las nuevas teorías y conceptos, se hunden en la historia humana.
2) Las grandes teorías sistémicas de la primera mitad del siglo XX. Primero Alexander Bogdánov y su “Tektología” en 1912, quien aportó una teoría de la organización de corte más bien ingenieril, que se plasmó también en relación con sus conocimientos e interpretación de Marx, sus ideales políticos bolcheviques entre 1903 y 1909, socialdemócrata y científico investigador hasta su muerte. Rica historia de un médico y revolucionario, donde no faltó el toque de ciencia ficción que aportó su novela “Estrella Roja”. Después hacia 1923, la teoría general de sistemas de Ludwig von Bertalanffy, que se basa en un modelo más dinámico y cercano a la organización biológica, con pretensiones de explicación total inalcanzables. Con seguidores que llegan a nuestros días en los estudios sistémicos y en autores como Fritjof Capra que en sus obras de fines del siglo XX sistematizó y conectó conocimientos sobre la sociedad, la vida, el misticismo oriental y las ciencias naturales. Una obra divulgativa por la que recibió elogios y críticas de todo tipo.
3) Las teorías complejas del siglo XX, como por ejemplo, Ias desarrolladas por I. Prigogine (estructuras disipativas), R. Thom (catástrofes), E. Lorenz (caos), B. Mandelbrot (geometría fractal) H. Maturana y F. Varela (autopoiesis), y otros autores. Interesantes porque rompieron paso a paso con los ideales clásicos, cada una por separado, y en conjunto fueron haciendo girar la atención de las perspectivas simplificadoras sobre el mundo, moviéndola hacia perspectivas que colocan lo complejo en el centro de atención.
4) Las ciencias de la complejidad (ciencias ambientales, lógicas difusas, …), en creciente desarrollo desde finales del siglo XX, y que representan el cambio cualitativo más avanzado, porque se comprenden no fenómenos aislados, sino se intenta entender la naturaleza, la cognición, lo social, lo ambiental estudiándolos cuantitativa y cualitativamente como realidades interesantes, sorprendentes, retadoras, en fin, complejas.
Teoría de la complejidad
En el marco de esta historia breve no podían faltar los desvíos y espejismos. Uno de los más conocidos es el espejismo de la “teoría de la complejidad”.
Dicho en singular, “teoría de la complejidad” es algo que se menciona mucho, pero que sencillamente no existe, y que para la mayor parte de quienes estudian lo complejo, nunca existirá. ¿Por qué espejismo? Porque sin quererlo, las palabras nos juegan malas pasadas, y donde hay autores, teorías y ciencias diversas, nombramos y reconocemos como si existiera, en singular, una teoría general de lo complejo que no existe. Doble espejismo, porque su existencia significaría el agotamiento por nuestra mente de la diversidad que representa lo complejo, es decir, un sueño que los científicos y filósofos que nos ocupamos de estos temas no soñamos.
Pero nuestros espejismos, fantasmas y delirios resultan difíciles de vencer, así que me temo escucharemos muchas veces todavía hablar de la teoría de la complejidad, aunque su valor existencial sea cero.
Pensamiento complejo
Si lo complejo representa un desafío intelectual es bastante obvio que requerirá de un pensamiento específico, que en este caso se denomina pensamiento complejo. Sería el pensamiento adecuado para abordar el objeto de estudio, la realidad “compleja”. Y aquí entramos en una madeja bien complicada, porque lo que describen muchos autores como pensamiento complejo depende mucho de cómo conciben lo complejo, y esto último a su vez, de cómo se han acercado a lo complejo en sus lecturas e investigaciones.
Entre los autores más conocidos en Hispanoamérica se encuentra Edgar Morin, cuya conceptualización del pensamiento complejo aporta una interpretación humanística, antropológica, filosófica y epistemológica, comprometida con la comprensión de la naturaleza, la vida, la cognición y lo social. Pero es un error muy frecuente considerar que el pensamiento complejo expuesto por Morin en sus obras, es el pensamiento complejo en general. Esto no es correcto por dos razones. La primera es que Morin no pretende tal cosa, su propósito es más modesto y universal: mover el pensamiento para entender el desafío de la complejidad. Por eso concibe el pensamiento complejo filosóficamente como un método de pensamiento. La segunda es que existen muchas interpretaciones de qué significa pensamiento complejo, cada una de las cuales representa un grano de arena en la construcción de este concepto. Entre esas interpretaciones se encuentra el “pesar complejamente” (complex thinking) centrado en el conocimiento de la dinámica de los sistemas que se estudian, en las técnicas de descripción, en el modo de dar cuenta desde diversas ciencias de los objetos que estudian como complejos. Todas las formas significan aperturas al estudio y entendimiento de la complejidad, presuponen cierta actitud (valores, conocimientos y propósitos de los investigadores), modos de entender la dinámica de los sistemas complejos, y otras muchas interpretaciones.
A manera de conclusión
Probablemente lo más valioso de los conceptos complejidad y pensamiento complejo es que son conceptos abiertos. Más que pretender decirnos de manera definitiva cómo es el mundo, intentan explorar los caminos para entender y relacionarnos con el mundo desde nuestra práctica contemporánea. Retan nuestras teorías y conceptos, instrumentos y maneras de hacer, nos impulsan a pensar lo que no se ha pensado y concebir lo nuevo en la diversidad del presente. Nos convocan a dialogar con los diversos modos de concebir la vida, lo social, el pensamiento mismo y nuestros desafíos.
Carlos Jesús Delgado Díaz
11 enero 2024